Al cumplirse un nuevo aniversario de la muerte de José de San Martín, este 17 de agosto se recuerda la gesta que liberó tres países.
San Martín fue un líder excepcional que combinó habilidades políticas y militares para lograr la independencia de América del Sur. Su legado sigue siendo venerado en Argentina, Chile y Perú.
El plan de San Martín y sus colaboradores contemplaba dividir el ejército en seis columnas a lo largo de más de mil kilómetros, desde La Rioja hasta el sur de Mendoza. Las columnas ingresarían por seis pasos diferentes y debían llegar de manera sincronizada a un punto en común, donde organizarían la ofensiva para tomar la ciudad de Santiago de Chile.
El desafío era vencer tanto las dificultades de la naturaleza como al enemigo con un ejército numeroso: 4.000 soldados de combate y unos 1.400 hombres destinados a otras tareas, como transporte, abastecimiento y sanidad. Para transportar el material bélico se incluyeron 10.000 mulas y 1.600 caballos para la lucha en el llano, y 600 reses en pie para ser faenadas en el camino. Entre el armamento se llevaban 900.000 tiros de fusil y carabinas, 2.000 balas de cañón, 2.000 de metralla y 600 granadas.
El 5 de enero se realizaron las ceremonias de partida de las tropas. Eligieron a la Virgen del Carmen de Cuyo como Patrona y se enarboló la bandera del Ejército de los Andes, con el diseño de una franja azul y otra blanca. El 9 de enero comenzó el avance y entre el 12 y el 19 se inició el cruce de las distintas columnas.
La columna principal, compuesta por Miguel Estanislao Soler en la vanguardia, Bernardo O’Higgins en el centro y José de San Martín en la retaguardia, cruzó por el paso de Los Patos, San Juan. La segunda columna en importancia, al mando del general Juan Gregorio de Las Heras, lo hizo por el cruce de Uspallata. Las cuatro columnas secundarias se dividieron: dos por el flanco norte y las otras dos por el flanco sur, con el objetivo de confundir y distraer al enemigo para enmascarar el movimiento principal.
La marcha entre O’Higgins y San Martín llevaba siete días de diferencia; sin embargo, mediante chasquis, los libertadores mantenían conversaciones a diario.
«Acabamos de ganar completamente la acción. Un pequeño resto huye precipitadamente. Nuestra caballería les persigue hasta concluirla. La Patria es libre. Dios guarde a vuestra señoría muchos años. Cuartel general en el campo de batalla en Lo de Espejo, 5 de abril de 1818.»
El ejército atravesó la cordillera para reunir las columnas, entre el 9 y el 10 de febrero, en Curimón, valle del Aconcagua. La sincronización del plan fue perfecta. El 12 de febrero de 1817, el Ejército de los Andes realizó un ataque envolvente desde todos los ángulos sobre el ejército realista.
La Batalla de Chacabuco resultó en una victoria. El Ejército Libertador hizo una entrada triunfal en Santiago de Chile el 14 de febrero. Después de la Batalla de Chacabuco, las tropas realistas se retiraron para esperar refuerzos de un ejército enviado desde Perú. Una vez reorganizados, los realistas avanzaron hacia Santiago y el 19 de marzo de 1818 se produjo un revés en el Combate de Cancha Rayada, donde el ejército libertador fue vencido.
A los diecisiete días llegó el desquite con la victoria final en la Batalla de Maipú, donde el ejército realista fue derrotado de manera definitiva, asegurando así la independencia de Chile.
«Al ejército de los Andes queda para siempre la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile», dijo San Martín en Chile después del cruce.
Pero el Plan Continental no había terminado. Quedaba otra hazaña heroica por resolver: derrotar el poderío realista en la ciudad de Lima e iniciar el proceso de liberación del Perú. /tiempodesanjuan.com