La provincia cuenta con historias tan infinitas como añejas, que enaltecen la celebración y despiertan pasiones en los testigos. Una de ellas ocurrió en el siglo XIX, gracias al máximo prócer local, y otras durante las épocas doradas de los corsos.
En San Juan, carnaval es sinónimo de algarabía, tradición y también recuerdos. La festividad trae suma nostalgia para aquellos que peinan algunas canas y varias anécdotas y personajes salen a la luz en mesas familiares, charlas de amigos y redes sociales. La provincia cuenta con historias tan infinitas como añejas, que enaltecen la celebración y despiertan pasiones en los testigos.
Una de las primeras historias sucedió en el siglo XIX e involucró al sanjuanino más famoso. Aunque para muchos resulte insólito, Domingo Faustino Sarmiento fue un gran impulsor de los carnavales en el país. Hasta hubo una importante reivindicación durante su primer año como Presidente de la Nación. Es más, si parecía raro imaginarse a un Sarmiento “jodón”, la sorpresa es mayor cuando se menciona una anécdota ocurrida en pleno corso.
Para saber por qué el sanjuanino tenía devoción por la festividad, hay que remontarse a un contexto histórico de Argentina. En los años 1810, época de Revolución de Mayo y la Independencia, el carnaval se festejaba con chayas. Una década después, una serie de excesos obligó a las autoridades a ejecutar un cambio: únicamente podía celebrarse puertas adentro. Fue tan tajante la medida que hasta se aprobó una ley al respecto. Más drástica fue la postura de Juan Manuel de Rosas, cuando en 1836 lo prohibió. ¿El motivo? Para el federal, los danzantes y el pueblo buscaban burlarse del gobierno a través de vestuarios, bailes y cantitos.

Más de 30 años pasaron para que el carnaval regresara a la vida popular. En 1869, Sarmiento impuso el festejo con una frase afortunada, según dijo el historiador Rubén Darío Guzmán a este diario: “Es la alegría del pueblo”. Los argentinos necesitaban ser felices, según el ‘Maestro de América’. En primer lugar, el prócer restauró las murgas y hasta salió en un carruaje ¡con una piel de oso! -o intento de tapado robusto- y se animó a tirarle agua a la gente que pasaba cerca. /tiempodesanjuan.com