La decepción es una emoción dolorosa que se despierta en una persona al incumplirse una expectativa construida, generalmente en torno al comportamiento de otra persona, o en relación a algún acontecimiento. De esta forma, una decepción siempre ocurre tras esperar algo concreto y depositar una ilusión en ello y cuando esa expectativa no sucede o sí que sucede, pero de diferente forma a lo deseado.
La decepción como hemos comentado, es una emoción que viene a vernos cuando no se han cumplido las expectativas que teníamos. Estas expectativas no vienen dadas de forma natural, es decir, no aparecen de la nada. Las expectativas se van creando entorno a lo que llamamos nuestro mundo de significados. Este mundo de significados depende enormemente de nuestra historia personal desde que somos pequeños.
Así, en nuestro desarrollo y crecimiento vamos aprendiendo toda una serie de ideas acerca de cómo nuestras relaciones tienen que ser y de qué esperar de las otras personas. En este sentido, voy creando una serie de expectativas acerca de cómo debo ser yo, cómo deben ser los otros, y cómo debe ser el mundo que nos rodea. Y todo aquello que no vaya en concordancia con este mundo de significados puede suponer una fractura interna o decepción.
Pero mi realidad no debe ser la realidad del otro, y mis expectativas no deben coincidir con lo que otras personas hacen y son, por lo que con los años y con las experiencias vividas, deberé ir aprendiendo que es, y que no es una decepción.
La función de la decepción.
Antes de hablar sobre la función de la decepción es importante que entendamos qué otras emociones configuran la decepción. Arrancamos con una mezcla de tristeza (pérdida de las expectativas), incertidumbre y miedo (a que me vuelvan a decepcionar) y enfado (¿por qué esta persona me ha hecho esto cuando yo no esperaba esto de ella?). Estas emociones básicas están muy presentes en la experiencia interna que vivimos cuando nos han decepcionado y suelen generar cambios en nuestro estado anímico.
Cada una de estas sub-emociones que componen la decepción tiene sus propias funciones o mensajes. Así, en general, podemos decir que la decepción tiene dos clases de funciones: más enfocadas hacia dentro y más enfocadas hacia fuera.
Por un lado, la decepción tiene que ver con reparar algo que se ha roto dentro de mí. De modo que tendré que investigar qué se ha roto o con qué me ha conectado la situación que he vivido. Por tanto, una función importante también es la del autoconocimiento y crecimiento.
Por otro lado, la decepción también tiene la función de, una vez he revisado lo que ha pasado dentro de mí, gestionar la situación que me ha generado la decepción.
Es decir, preguntarnos ,“¿qué hago con esto que he sentido?”.
Podemos, para ello, ayudarnos de preguntas como:
“¿qué límites puedo poner para que este dolor no se repita?”
“¿qué necesito hacer? “. O “¿cómo puedo expresar cómo me he sentido?”.
En este caso, la función más relacionada con la gestión hacia fuera está relacionada con actualizar nuestros vínculos.
La clave está en no generar demasiadas expectativas.
No se trata de dejarse llevar por una visión pesimista en torno a los demás sino de no generar muy altas o inalcanzables expectativas respecto a la gente que nos rodea y cómo deben actuar con nosotros.
Hay que intentar ser objetivos y ver a las personas tal y como son, no como queremos o deseamos que sean o, incluso, como creemos que son. Aceptando, además, que tienen todo el derecho del mundo a comportarse como deseen, que no tienen por qué tener los mismos valores, principios, expectativas y creencias que uno y, sobre todo, que su misión en el mundo no es cumplir con las expectativas que nos hemos construido.
Es muy importante que ante una decepción podamos permitirnos sentir y aprender a regular las emociones con idea que no se produzca en nuestro interior un daño mayor ya que además de las emociones anteriores citadas también podemos impregnarnos de otros sentimientos feos negativos como la rabia, la ira, la venganza o el odio.
Si esto ocurriría es muy sano identificar estas emociones y exteriorizarlas de una manera serena y sana. Guardar todo dentro de nosotros, no hará otra cosa que enquistar el problema, convertirlo en crónico, aumentar el dolor, el resentimiento y bloquear nuestra confianza en otras personas.
Aceptar la realidad
Aceptar la realidad es uno de los primeros pasos para afrontar la decepción. Es el principio, y a partir de ahí debemos asumir que necesitaremos un tiempo para pasar ese duelo y gestionar lo que ha pasado hasta que nos volvamos a sentir preparados para volver a intentarlo.
También es necesario asumir que, en esta vida, hay cosas que dependen de uno mismo (y en las que podemos trabajar) y cosas que no. Cuando las cosas no dependen solo de nosotros hay que tener claro que puede que sucedan o puede que no.
Lo que sí es muy importante de poder visualizar tras la aceptación, es si la decepción que sentimos tiene que ver únicamente con la situación actual o está influenciada por antiguas decepciones y/o un patrón de conducta que se repite de forma constante en nuestra vida, por ejemplo si una misma persona nos ha decepcionado en varias ocasiones, quizás ha llegado el momento de poner límites o tierra de por medio.
Si hemos hablado con ella y aun así la situación no ha cambiado y nos hace sentir mal continuamente es momento de preguntarse si queremos que continúe en nuestra vida.
Recordemos que poner límites ayuda a sentirnos seguros emocionalmente y a restaurar nuestro amor propio tras la decepción, por eso no hay que tener miedo a poner distancia y generar un enfriamiento de la relación que lleve a cicatrizar las heridas sufridas.
¿Tenemos que perdonar una decepción?
El acto de perdonar es una herramienta importante que en muchas ocasiones nos ayude a integrar y reparar una decepción, no tenemos porqué perdonar. No nos hace peores personas el hecho de no perdonar. Y no nos quita aprendizaje el hecho de no hacerlo, tampoco. No somos seres de luz inquebrantables, somos seres dañados y heridos, y está bien que no perdonemos aquello que no nos sintamos preparados para hacerlo.
Lo esencial y la base del perdón es que pueda hacerse de forma genuina, desde la auténtica necesidad o deseo de perdonar, pero no como algo que nos veamos obligados a hacer para quedar bien ante las disculpas de la otra persona, o con nuestra conciencia, y peor aún seria hacerlo por obedecer a nuestros mandatos.
En el caso de que pueda y quiera perdonar, lo esencial será estar atentos a no recibir la decepción de nuevo por las mismas o parecidas causas, por tal motivo perdona desde el corazón, pero cúbrete de un manto de escepticismo, y muéstrate atento-a para no sufrir de nuevo en carne propia la misma emoción que tanto duele.
A pesar de todo lo que has leído en esta nota acerca de la decepción, nuestro consejo es que nunca dejes de confiar en los demás, ya que si lo haces la decepción habrá ganado la partida, y créeme que te estarás perdiendo de conocer a personas hermosas que estas negando la entrada en tu vida, cuando podrían enriquecerla.
Aunque lo parezca, te garantizamos que no se termina el mundo por una decepción. Claro está que si no aprendes de ella, al final se surgirán otras que te harán igual daño, y para que eso no ocurra, no esperes nada de los demás, deja que sean ellos los que se muestren tal y como son. De esta manera, no te sorprenderás ni les recriminarás no haber actuado como tú pensabas.
Aprende de cada decepción y dejarás de decepcionarte, porque no decepcionan las personas, sino las expectativas que ponemos en ellas. /Carlos Fernández/ tiempodesanjuan.com