La Noche de los Bastones Largos fue el desalojo por parte de la Dirección General de Orden Urbano de la Policía Federal Argentina, el 29 de julio de 1966, de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en Argentina, ocupadas por estudiantes, profesores y graduados, en oposición a la decisión del gobierno de facto de intervenir las universidades y anular el régimen de gobierno de las mismas.
El hecho
El 28 de junio de 1966, el teniente general Juan Carlos Onganía había derrocado el gobierno democrático de Arturo Umberto Illia dando inicio a la Revolución Argentina. Las universidades públicas argentinas estaban entonces organizadas de acuerdo a los principios de la Reforma Universitaria, que establecían la autonomía universitaria del poder político y el cogobierno tripartito de estudiantes, docentes y graduados.
Los conflictos entre la Universidad y las Fuerzas Armadas venían desde antes del golpe. El año anterior, durante la conmemoración al General Julio Argentino Roca por el aniversario 51° de su fallecimiento, estudiantes universitarios lanzaron monedas a Onganía desde el balcón de la Facultad de Ciencias Exactas. Asimismo, por disposición de dos de sus nueve miembros del Consejo Superior, la UBA fue la única institución civil que se pronunció en contra del golpe de estado, sin contar a la Unión Cívica Radical.
Las Universidades Nacionales eran consideradas las principales promotoras de una cultura disolvente y atea, de la “falsa modernidad” donde anidaba la subversión. Bajo tal perspectiva, se creía necesario “extirpar” esa subversión, aunque significase sacrificar la calidad académica.
La represión fue particularmente violenta en las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
La Policía Federal Argentina, que se encontraba bajo intervención militar desde el 28 de junio de 1966, tenía órdenes de reprimir duramente. El nombre del hecho proviene de los bastones largos usados por efectivos policiales para golpear con dureza a las autoridades universitarias, los estudiantes, los profesores y los graduados, cuando los hicieron pasar por una doble fila al salir de los edificios, luego de ser detenidos.
En el caso de la intervención a la Facultad de Ciencias Exactas, Rolando García, el decano en ese entonces, se hallaba con el vicedecano, Manuel Sadosky, cuando entraron los policías, y salió a recibirlos, diciéndole al oficial que dirigía el operativo:
¿Cómo se atreve a cometer este atropello? Todavía soy el decano de esta casa de estudios.
Un corpulento custodio le golpeó entonces la cabeza con su bastón. El decano se levantó con sangre sobre la cara, y repitió sus palabras: el corpulento repitió el bastonazo por toda respuesta.

El relato de Rodolfo Busch, en ese entonces director del Departamento de Química Física, Inorgánica y Analítica de la Facultad de Ciencias, es ilustrativo de lo ocurrido aquella noche.[3]
“Se oye ruido de madera al romperse y estampidos que parecen provenir del patio. (…) Se oyen gritos y una especie de ladridos, como órdenes ladradas. Empiezan a sentirse los gases lacrimógenos. Poco a poco, la atmósfera se vuelve irrespirable. (…) Trato de proteger a la ex-consejera, ya estamos entre policías armados hasta los dientes, con bastones y cascos, que golpean, gritan e insultan mientras nos arrean hasta el patio. En la escalera hacen zancadillas y aprovechan para golpear. Está oscuro y ha llovido. Tengo los ojos a la miseria. No sé cómo no pierdo pie. Tienen apretujada a la gente, las manos en alto, contra la pared que da al subsuelo de genética. Debe haber de cuatro o cinco en fondo por un frente de quince o veinte. Allí siguen los golpes y los insultos. Se oyen los golpes. Qué mirás vos, hijo de puta. Bastonazos a la cabeza. Al que apoye las manos en la pared le reviento los dedos. Golpes. Órdenes ladradas. Más arriba las manos. Al primero que las baje lo bajamos. Quiero ver sangre hoy. Matalo a ese hijo de puta. Terminalo. Golpes. ¿Están listos los pelotones de fusilamiento? Atorrantes. Hijos de puta. Alguien es perseguido por dos o tres. Golpes. Ladridos. Matalo. Quiero ver sangre. Dónde andará la ex-consejera. Dónde andará Simón. Parece que le pegan. Dónde andará Ambrose. (…) A estos brutos que ladran, patean, insultan y golpean, ¿los guardarán en jaulas? ¿Tendrán esposas, hijas, madres? Imposible”.
Fueron detenidas en total 400 personas y destruidos laboratorios y bibliotecas universitarias. Para algunos, la intervención fue una “gran vendetta contra Exactas”. Según cuenta Hilario Fernández Long, el hijo de un importante general estudiaba en la facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y le gustó tanto el ambiente que se hizo comunista, hecho por el cual el general nunca perdonó a su decano, Rolando García.
La postura del gobierno consistió en minimizar lo ocurrido, puesto que sólo había habido 150 detenidos y 50 lesionados, adjudicando la responsabilidad a “algunos grupos de activistas”. En esa línea, “en un comunicado de la Presidencia de la República del 2 de agosto, se expresa que los efectivos de seguridad debieron actuar en Arquitectura y Ciencias Exactas porque alumnos, profesores y autoridades resistieron las órdenes de desalojo». No obstante el comunicado reconoce que se debió recurrir a la fuerza”.[
Desmantelamiento de la universidad reformista
Con la intervención del gobierno militar a las universidades se aplicó una estricta censura en los contenidos de enseñanza universitaria y se desmanteló un proyecto reformista de universidad científica de excelencia, sobre la base de la estrecha vinculación entre investigación y docencia.Se designó al Dr. Luis Botet como rector interventor de la Universidad de Buenos Aires. Ejerció el rectorado hasta 1968, en un contexto marcado por el avance del autoritarismo en la universidad.
En el ámbito universitario se generó un debate entre politizados y cientificistas. Además de las aspiraciones profesionales y nacionalistas, también hubo quienes, dentro de la Universidad apoyaron la intervención antisubversiva, como la Facultad de Derecho. Los profesores y estudiantes más activos relegaron ciertos intereses académicos para la defensa de una mayor lucha revolucionaria, considerando reaccionario todo lo que no tuviera ese objetivo.. El hecho está considerado como una referencia central de la decadencia cultural y académica, y de la fuga de cerebros, en Argentina. /es.wikipedia.com