Era muy exigente, inteligente, muy preparado intelectualmente y con razonamientos que lo hacían aparecer como una persona muy centrada. Así lo recuerdan dos de sus compañeros con quienes combatió en Malvinas en las circunstancias más adversas. Ya conocían su fama como instructor donde exigía a los alumnos, brindándoles la capacidad psicológica para soportar el esfuerzo y las adversidades. El entonces teniente primero Horacio Lauría destacó que “en Malvinas me sirvió mucho lo aprendido con él” y Mauricio Fernández Funes, que combatió junto a él como capitán, lo recuerda como “un hombre íntegro, de sólidas convicciones”.
Eduardo Villarruel, formado en el Liceo Militar General Belgrano, era un capitán de 34 años. Había nacido en Rosario el 10 de junio de 1947.
En mayo se le encargó al mayor Aldo Rico la conformación de la Compañía Comando 602 para reforzar la 601, que ya estaba en las islas y que, seguramente con el correr de los días, sufriría bajas. Villarruel sería parte de esta unidad.
Partirían de El Palomar el 26 de mayo por la mañana. Antes de embarcarse en un Fokker F-28, Villarruel dispuso la celebración de una misa, a las 10 y media, y todos recibieron rosarios, que fueron bendecidos. Su hija Victoria, actual vicepresidente, había cumplido 7 años el 13 de abril.
Dos horas después llegaron a Comodoro Rivadavia, donde quedaron alojados hasta el día siguiente. Rico y Villarruel se entrevistaron con el general Osvaldo García, comandante del V Cuerpo de Ejército, quien les informó qué era lo que pasaba entonces en las islas.
Se intentó un cruce esa tarde, pero el Hércules debió dirigirse a Río Gallegos por problemas mecánicos y además había en su itinerario una fragata misilística inglesa, y por eso a las dos de la mañana estaban nuevamente en Comodoro Rivadavia. Al mediodía del día siguiente cruzaron y aterrizaron a las seis de la tarde.
La primera misión fue el 28 con el objetivo de reconocer el terreno. Al día siguiente, una patrulla en la que estaba Villarruel, capitán de la Compañía Comando 602, salió con la misión de dirigirse a Monte Kent para atacar a los británicos por su retaguardia. En total fueron enviadas cuatro patrullas.
A las siete de la tarde del 29, llevaron a los comandos a cien metros de la base del monte. En uno de los grupos iba Villarruel, que por su personalidad pocos se animaban a tutearlo, a pesar de la escasa diferencia de edad entre ellos.
Los comandos estaban organizados en tres secciones de asalto y todos participaban de las misiones.
Los ingleses, que estaban en la cima, les abrieron fuego cuando los argentinos se encontraban a unos cuarenta metros. Ahí cayeron el teniente primero Rubén Márquez y el sargento primero Oscar Blas, mientras que el sargento primero Raimundo Viltes fue herido. Pudieron replegarse y se reunieron en Monte Estancia. En el camino, como se dificultaba llevarlo a Viltes, grandote y pesado, dispusieron dejarlo a resguardo, y Lauría terminaría quedándose con él. Juntos protagonizarían una increíble historia de escape entre el masivo avance inglés, que fue contado en Infobae.
Villarruel, segundo jefe de la Compañía Comando, junto a Ferrero acordaron ir a Puerto Argentino a dar la novedad de los que les había ocurrido y que no viniese Rico con su gente, tal como estaba planeado.
Entonces los comandos tenían dos grandes falencias: pocos visores nocturnos y dificultades con las comunicaciones.
Nuevamente, se organizaron operaciones de reconocimiento y planearon una emboscada a los ingleses en el Monte Dos Hermanas, donde los británicos hostigaban a efectivos del Regimiento 4. Allí Villarruel tendría una participación destacada. Todos deseaban entrar en combate.
Luego de elegir el terreno más adecuado para el plan, se repartieron los roles entre los integrantes de los comandos. El infierno se desató cuando apareció una patrulla del SAS, las fuerzas especiales inglesas. En el nutrido intercambio de disparos, cayó el sargento Mario Cisnero. Se produjo un fuego intenso y cruzado, donde los ingleses tuvieron muchas bajas. “Los sacudimos con todo”, recordó Horacio Lauría. Villarruel disparaba desde atrás, hasta que Rico ordenó el repliegue. Lauría no quería irse. “¡Los estamos cagando a palos!”, gritaba, pero debió obedecer.
En ese momento comenzó a hacerse sentir la artillería inglesa y quedaron en el campo Rico y Villarruel. A este último le tocó defender, con sus hombres, el repliegue de sus compañeros.
El resto los daba por muertos, pero Villarruel logró volver con sus hombres, mientras Rico permaneció en el campo para dirigir los disparos de la artillería argentina.
Se planeó otra emboscada para las últimas horas del 9 de junio. Era una noche oscura, muy frío y había empezado a nevar.
Disponían solo de cuatro visores nocturnos, que eran usados por los jefes de fracción. El enfrentamiento se produjo a los dos de la mañana del 10. Allí murieron el sargento Cisnero y el sargento ayudante Gumersindo Acosta, éste último del Escuadrón Alacrán de Gendarmería; el teniente primero Jorge Vizoso había sido malherido.
Debieron replegarse hacia Puerto Argentino. Posteriormente se realizaron diversas patrullas de exploración. No podían creer la misión que se les dio cuando llegaron a la capital de las islas: custodiar la casa del gobernador. “¡Los comandos no estamos para esto!”, protestó Rico.
Les dieron otra misión. Cruzar con una barcaza por una bahía a Punta Camber para buscar británicos, pero el mayor Jorge Monje, que ya estaba en el lugar, les dijo que los había rechazado con ayuda de artillería antiaérea.
Les ordenaron entonces dirigirse al cuartel de Moddy Brook, al que un batallón inglés estaba por tomarlo. “Pendejo, estás cagado”, le dijo Rico a Lauría cuando éste le advirtió que un batallón estaba compuesto por 800 hombres y ellos eran solo 40. Llevaron una ametralladora Mag y dos morteros de 60.
Desde una altura vieron el avance inglés y fueron blanco de fuego de artillería. Y de pronto fueron testigos privilegiados cuando el fuego inglés fue concentrado sobre Puerto Argentino: con la artillería de tierra, la naval, más los aviones y helicópteros desataron un bombardeo infernal, mientras las tropas frenaron su avance.
A los cinco minutos recibieron la orden de replegarse, pero no hicieron caso. Debieron insistir dos veces para que los comandos acatasen. Sería su última acción en la guerra.
Villarruel intentó, sin suerte, recuperar el cuerpo de Cisnero en el faldeo del Monte Dos Hermanas. Sus restos fueron identificados el 29 de mayo de 2018.
A regañadientes y con dolor -pretendían continuar combatiendo- se alojaron en una casa en Puerto Argentino. El 15 a la mañana apareció un inglés para anunciarles que la guerra había terminado. A Villarruel lo separaron junto a otros y lo enviaron prisionero a San Carlos.
En 1996 pidió el retiro como teniente coronel luego de un episodio en el que se negó a jurar la Constitución, en tiempos en que se reclamaba el fin de los juicios a militares que habían actuado durante la última dictadura. Falleció en Rosario durante la pandemia, luego de haber estado internado durante dos meses. Sus compañeros se lamentan que aún el Ejército no lo reconoce como corresponde, tal como ocurre con tantísimos soldados veteranos que murieron de la peor manera, en el olvido.
Por Adrián Pignatelli – Infobae
Fuentes: Testimonios de Horacio Lauría y Mauricio Fernández Funes; Comandos en Acción, de Isidoro J. Ruiz Moreno