Rosana Ferreyra, planchadora de los suegros de la joven desaparecida, estuvo en la casa el día del crimen y declaró que escuchó a Gustavo Obregón contarle a su mujer lo que había pasado
Gustavo Obregón, empleado de confianza de Emerenciano Sena y Marcela Acuña, acaba de ver un cuerpo dentro de la casa de sus jefes. Sale a la vereda y habla por teléfono con Fabiana González, su mujer. “¿Qué pasó?”, le pregunta ella al otro lado de la línea. “Lo mismo de siempre”, le contesta él.
El diálogo fue relatado a los investigadores del crimen de Cecilia Strzyzowski –exnuera de Sena y Acuña- por una testigo directa: Rosana Ferreyra, la planchadora que trabajaba para la familia. Desde el comedor, donde había abierto la tabla de planchar, veía y escuchaba lo que pasaba en la vereda, contó.
Según la reconstrucción judicial que hicieron los fiscales, basada en la confesión del propio Obregón, él fue a la casa a pedido de Acuña, que cerca de las 17 del día que desapareció Cecilia le envió un mensaje: “Andá a ver a casa. Parece que hay un cuerpo y tengo miedo porque a César lo vi lastimado. Nosotros estamos por salir con Emerenciano. Nosotros nos vamos al barrio”.
Obregón fue de inmediato. Llegó en menos de diez minutos. La cámara de un vecino registra su arribo a las 17. Él le contó a los fiscales: “Ingreso al domicilio. Ahí había una señora que estaba planchando. Me voy, miro por atrás, por el fondo, estaba buscando por todos lados y me imaginaba mil cosas por esto que me había dicho Marcela sobre este cuerpo. Y le pregunto a la señora, de la cual no recuerdo nombre ahora, si ella había visto algo raro. Lo que me contesto que no. Entonces, ingreso adentro del domicilio (…). En los baños no había nada, en la primer pieza nada, en la segunda pieza de la izquierda nada, y en la tercera pieza en la que ingreso que se encontraría en la esquina de la pared pegada al baño, puedo observar un bulto largo, todo envuelto, parecía en una toalla freezada. Era un bulto largo, envuelto, que no tenía forma, por lo que yo vi parecía un cuerpo. En ese bulto, no pude observar nada, ni se si tenia manchas, porque estaba oscuro y cuando alumbré salí disparando hacia afuera”.
El relato de la planchadora coincide: “Gustavo ingresa a la casa, como que le mandaron buscando algo (…). No sabía dónde buscar y estaba desconcertado. Yo siempre soy de observar las cosas, pero nunca preguntaba nada, porque me reservo las cosas, no quiero pasar por metida. Gustavo en ese momento que se encontraba adentro del domicilio, recibe una llamada que presumo yo que era de la mujer Fabiana González, te digo esto porque cuando atiende el teléfono le dice ‘Hola ma’ y yo puedo escuchar que del otro lado le contestan: ‘¿Qué pasó?’. Gustavo responde: ‘Y lo mismo de siempre”, dice el acta que recoge el relato de la planchadora.
Y continúa: “De ahí Gustavo se dirige otra vez para el garage, abre el portón que da hacia la calle Santa María de Oro, y hace otra llamada; entiendo que lo llama a César Sena, porque le dice: ‘Hijo, ¿vos vas a tardar mucho o cuánto vas a tardar?’ y puedo escuchar que le contestan del otro lado del teléfono: ‘Aproximadamente media hora’. Gustavo le repite: ‘Bueno, papi, yo te espero’, cortando el teléfono. Sale afuera y se sienta en el cantero que está afuera; yo puedo observar esto porque desde donde yo plancho se puede ver la parte de la vereda y el portón estaba abierto. Cuando él estaba sentado en el cantero, viene de golpe hacia adentro y me dice: ‘Dice la señora que levante todo nomás y que se vaya, que después ella le explica”.
Según las pruebas de la causa, Obregón esperó entonces a César Sena y juntos llevaron el cuerpo de Cecilia a la chanchería de los Sena para quemarlo.
De acuerdo con el relato de Marcela Acuña, ella descubre lo que supone que es un cuerpo minutos antes de las 17, cuando estaba por salir con Emerenciano para el barrio que ellos manejaban. A las 16, le había abierto la puerta a la planchadora, que iba todos los viernes a su casa. En sus mensajes a Obregón, además de pedirle que vaya a ver el cuerpo, le dice que saque de la casa a la planchadora.
Según la declaración de Obregón, lo primero que hizo él fue confirmarle el hallazgo a Acuña. “Llego a la puerta del garage, me agarro la cabeza y le cuento a la señora Marcela por WhatsApp: ‘Sí, señora, parece que hay un cuerpo’. Y le mando un sticker con la manito en la cabeza. Ahí Acuña me contesta: “Esperalo a César, no le digas nada porque no quiero que se asuste, y si tenés que hablar con Fabiana, hablá. Que no se entere de esto Emerenciano y decile a la señora que se vaya [por la planchadora]”. Fabiana González, la mujer de Obregón, era una suerte de secretaria todoterreno de Marcela Acuña. Tal era la confianza que además de trabajar para ellos, Sena y Acuña pusieron a Obregón y González como candidatos en su lista, que llevaba como candidato a gobernador a Jorge Capitanich.
Obregón continúa con su relato: “Después de que yo le diga esto a la señora, agarró su moto y se fue. Le llamo a Fabiana y le digo: “Fabiana, venía urgente a la casa del jefe” y corto la llamada.
Nada dice Obregón de lo que la planchadora cuenta haberle escuchado decir, sobre que había pasado “lo mismo de siempre”. Tampoco hay constancias en la resolución de las prisiones preventivas de los fiscales de que le hayan preguntado a Obregón si esa frase existió y, de ser así, qué quiso decir.
Quién es la planchadora
Rosana Ferreyra iba todos los viernes a planchar a lo de Marcela Acuña, que la había contratado cuatro meses antes del viernes 2 de junio, el último día que fue a trabajar a la casa y el último día que se vio con vida a Cecilia.
Antes, trabajaba cuidando, primero, a la madre de Acuña y después, a la nieta. Ferreyra relata que no tenía casa y que habló con su jefa para conseguirse una. Acuña le dijo que, para eso, tenía que trabajar en “la obra”, en las construcciones del barrio Emerenciano y Ferreyra cuenta que así lo hizo. “Yo iba a la obra y ayudaba en lo que podía”, pero que igual conservaba sus otros trabajos.
Ferreyra relató que el día de la desaparición de Cecilia ella llegó a la casa y, como siempre, Acuña le abrió la puerta. “Me organizo, me pongo a planchar y aproximadamente media hora o cuarenta minutos después de que yo me pusiera a planchar, bajó de la planta alta del domicilio y se puso a preparar mates la Sra. Marcela Acuña, porque me dijo que iba a salir. Yo en ese momento la note muy rara, tipo triste y distraída, lo cual no era común a como ella estaba, dado que siempre es muy activa y te conversa. Y ese día que bajó, ella estuvo muy callada”, relató la planchadora.
Ferreyra es soltera, tiene 39 años y según su declaración, hoy vive en el barrio Emerenciano. /Paz Rodríguez Niell /LA NACION—fotos: CRÓNICA—Cadena 3—EL PAIS Uruguay-