Se llama Jesús Moretti y es el único sanjuanino que disputará la Zegama-Aizkorri, uno de los maratones de montaña más importantes del calendario mundial. Su historia y cómo el deporte salvó su vida.
Jesús Moretti corre porque le da vida. Corre porque le da libertad y tranquilidad. Corre porque, como él mismo dice, “el deporte me salvó y me salva todos los días”. Y ahora va a disputar una de las carreras más importantes del mundo: la Zegama-Aizkorri, un maratón de montaña durísimo que se disputa en el País Vasco y que es algo así como el sueño olímpico del trail running. Será el único sanjuanino presente en la edición 2025, entre atletas de elite de todo el mundo. Pero a esta cita no se llega solo con piernas, se llega también con historia. Y la de Jesús es una de caída y redención, de calle y montaña, de consumo problemático y sanación, de furia contenida en guantes de boxeo y ahora transformada en pasos firmes sobre la tierra.
«Uno de chico sueña con jugar en River, en Boca, y el deporte no es eso, el deporte no es llegar a Primera o llegar a Europa. El deporte es mucho más allá de eso y lo fui entendiendo con el tiempo, Me dio muchos valores que yo los buscaba en el lugar equivocado», cuenta con honestidad el protagonista.
Su vida tuvo de todo. Creció en Villa Santa Filomena, en Rivadavia, con dos papás que trabajaban a sol y a sombra y rodeado de algunas amistades que no siempre lo llevaban por el buen camino. «Mis viejos nunca me hicieron faltar nada, pero los dos laburaban todo el día. Desde muy chico andaba solo, volvía a casa de madrugada. Ahí empezó todo”, cuenta. Ese todo del que habla incluye momentos duros: consumo, depresión, intentos de suicidio. Lo dice sin rodeos, pero también sin victimizarse. Lo cuenta con calma porque ya lo procesó y quiere que su historia sirva para otros.
A los 14 años conoció el boxeo y la disciplina para dejar de pelearse en la calle. Y le sirvió para enderezarse. Soñó con ser campeón del mundo, entrenó en Buenos Aires, se exigió al límite. Pero algo faltaba: “Empecé boxeo porque me peleaba en la calle y siempre me pegaban. Quería aprender a defenderme. Sin saberlo, el boxeo fue mi primer amor”, dice.
Pero fue la excampeona del mundo, Cecilia Román, quien lo desafió a probar otra cosa. “Ceci me decía que al entrenamiento había que complementarlo, y un día me animé a correr en Ischigualasto. Me gustó y después dije `bueno, en algún momento me gustaría seguir corriendo`. Nunca pensé que Dios me iba a llevar por este camino, por el camino del trail, que lo que no no pude lograr en el boxeo hoy en día lo estoy logrando en las carreras de montaña», dice Jesús.
Hoy, cuatro años después de haberse propuesto transformar su vida, vive en Neuquén, trabaja en Salud Pública como referente en consumo problemático, tiene una familia, un título técnico, está a punto de recibirse como licenciado, y dirige un gimnasio de boxeo. Pero sobre todo, corre. Corre montaña. Corre libre. Corre curando. Y todo lo que no se le dio en el ring, la vida se lo está devolviendo ahora de otra manera.




El clic no fue uno solo, sino una suma de momentos. Fue entender que el deporte podía ser algo más que una meta profesional. “El deporte me hizo terminar el secundario, estudiar una carrera, formar una familia. Me dio los valores que yo buscaba en la calle”, asegura. Su paso por un centro de tratamiento en San Juan fue clave para sanar viejas heridas, incluso con su familia. “Con mi viejo tuvimos que sanar mucho. Él es veterano de Malvinas, fue difícil, pero hoy nos entendemos. Ya saldamos cuentas”.
Hoy su presente está lejos de aquellas madrugadas solitarias, oscuras. Y el deporte tiene mucho que ver en eso. “La montaña me da todo. Me da libertad, me transforma. A veces siento que no corro, que soy parte de ella”, dice. Por eso, estar en la línea de largada de la Zegama-Aizkorri, el próximo 25 de mayo, es mucho más que un logro deportivo. Es una consagración íntima. “Yo creo que Dios me puso ahí. Es el premio por todas las veces que luché, me caí, me levanté”, dice con emoción. /tiempodesanjuan.com