Sus ojos lo habían visto todo, desde que había entrado al Regimiento de Granaderos a Caballo en 1816, con apenas quince años. Había nacido en Cachi, en 1801.
Bajo las órdenes de aquel lanchero paraguayo, que se unió después de San Lorenzo al RGC, y que se convertiría en el último Jefe del Regimiento, el Coronel Félix Bogado, estuvo presente en la Pampa de Quinua, lejano lugar del sur peruano, hace justo hoy 198 años, un 9 de diciembre de 1824.
Su historial de guerrero es glorioso. Formidable. Increíble. Participó en todas las más importantes batallas de la Independencia Americana.
Había estado primeramente combatiendo en el Ejército del Norte. Estuvo luego luchando en Chillán (Chile), y el Perú, y el Ecuador conocerán la Gloria de su espada triunfante en Nasca, Cerro de Pasco, Callao, y Pichincha, en todos los casos a órdenes del Sargento Mayor Juan Lavalle. Fue uno de los 96 Granaderos de la «elegante osadía» de Riobamba, que enfrentaron en victoria a 420 realistas.
Será uno de los vencedores en Junín.
Fue uno de los ochenta. Uno de los últimos Granaderos que quedaban, luego de la Campaña Emancipadora.
Ochenta Granaderos estuvieron en la última gran Batalla de la Emancipación Americana, cargados de gloria, honor y cicatrices. Y uno de ellos fue el Portaestandarte Eustoquio Frias, el cual será herido gravemente en la pierna en ese enfrentamiento, víctima de un bayonetazo.
Esa batalla en la Pampa de Quinua, que mencionamos al principio, recibirá el Glorioso nombre de «Ayacucho», de hace hoy 198 años.
Regresará a Buenos Aires en 1826, junto con las reliquias del Regimiento de Granaderos a Caballo. Pero volverá a lucirse nuevamente en la Guerra contra el Brasil, siendo heroico en «Ituzaingó».
Ya muy viejito, el Presidente Carlos Pellegrini, le preguntó si todavía conservaba alguna de sus armas libertadoras, y contestó que no, agregando:
-No conservo ninguna. Pero siempre las cuidé mucho, porque yo era pobre y la Patria también. El sable que me regaló Necochea en Mendoza, lo rompí en «Junín». Ya estaba algo sentido.
Morirá el 16 de marzo de 1891, siendo el último de los Granaderos de San Martín en dejar el mundo. Falleció justo el día en el que su Glorioso Regimiento de Granaderos, cumplía 79 años de su creación.
Miren sus ojos claros -los tenía celestes, como el celeste de su bandera…- en el daguerrotipo, y verán en sus gastadas pupilas como el viejo guerrero aún observa las Glorias del Ayer.
Era alto y macizo, de ojos claros, de barba entera, muy blanca y fina, hecha para dejar ver en el pecho, los días de gran parada, el escudo de Pasco, la medalla de oro de Ayacucho, los cordones de Ituzaingó, y en su brazo, el Escudo de Riobamba.
Sobre su pecho generoso, ofrecido mil veces al enemigo, cuelgan las medallas y parches con que la Patria lo premió por su valor en combate, únicos premios que siempre anheló.
Miren sus ojos claros, y en ellos sólo verán Gloria, Heroísmo y Honor. Porque sus ojos, lo habían visto todo. Teniente General Eustoquio Frías.